martes, 22 de mayo de 2012

Los padres y madres de alumnos con TEA-Asperger lanzan un ultimátum a la Consejería de Educación de Castilla La Mancha frente al acoso escolar.


Sociedad
Los niños con Asperger irán al instituto con grabadora ante su «desprotección»
Raquel Santamarta - martes, 22 de mayo de 2012


Se acabó. Los padres de niños y adolescentes con Asperger están cansados. Se niegan a «seguir apagando fuegos» y reclaman a la Consejería de Educación la puesta en marcha de un protocolo serio que proteja a sus hijos. De lo contrario, a partir de septiembre llevarán una grabadora en el bolsillo que será testigo de su indefensión, de su desamparo. «Algunos profesores se dejan la piel, pero de muchos tenemos que escuchar que no han estudiado una carrera para hacer de niñera», confiesa Frank Spain, presidente de la Asociación Asperger Castilla-La Mancha. «Muchos no están ni preparados ni dispuestos a ejercer de educadores, no se ponen en el lugar de los padres», se lamenta.
Desde su propia experiencia, asegura que «en Primaria un padre deja a su hijo en manos del maestro, pero en un Instituto de Educación Secundaria un niño con Asperger, la persona más vulnerable que puede haber, es un gato en una jaula de perros». «No encuentran su sitio, les cuesta encajar porque no saben manejar las habilidades sociales. Si les empujas, se caen; si les coges de la mano sin avisar, se les rompe el brazo», dibuja con sus palabras Frank Spain, que pide una verdadera atención a la diversidad en las aulas, implicación por parte del profesorado. «A estas alturas de las circunstancias, ya no hay excusa», matiza haciendo hincapié en que los informes psicológicos a menudo se pierden sin llegar a ser leídos.
El Asperger es un autismo de alto funcionamiento o lo que viene a ser lo mismo: un trastorno que no lleva asociado ningún retraso mental, pero sí muchas dificultades para relacionarse normalmente con los demás, comprender las emociones y entenderse a uno mismo. «Son automáticamente blancos fáciles de ataques de todo tipo: burlas, insultos y hasta agresiones físicas; y, encima, no cuentan lo que les está pasando», señala.

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